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¿Quién tiene la culpa?


Por: Joan Leyba Mejía

Desde el año 1996 a la fecha, los discípulos del Profesor Bosch han gobernado de forma cuasi consecutiva dieciocho de los veintidós años trascurridos en ese lapso de tiempo. Sus desgraciadas y desafortunadas decisiones en lo atinente a la consecución y manejo de la cosa pública. Han sido y serán por mucho, las causas del derrotero moral y social por el que atraviesan una parte importante de nuestros “millennials” para adaptar el concepto de juventud a estos tiempos.

Desde que se instaló el otrora maestro, líder y guía de los morados, se inició una reconversión del modelo socioeconómico, con la aplicación de su incorrecta política neoliberal en un país tercermundista, que trajo como consecuencia, resultados nefastos para el desarrollo de aquellos que solo conocen la fuerza física como herramienta de trabajo. Y que dejó al amparo de la providencia a los hijos de nadie, huérfanos de un sistema sanitario adecuado, educación de calidad y otros programas sociales, necesarios para forjar una sociedad justa y equitativa.

Nadie escapa a la realidad traumática e interminable de estos años, que han servido para atrofiar el futuro de una generación entera, que a fuerza de crecer en medio de todo tipo de escaseces; no conoce otra fórmula de “ascenso” que no esté estrechamente vinculada al delito. Con el agravante, que, desde el poder, se han generado las excusas necesarias para que delinquir se convierta en algo habitual y cotidiano. Y paguen con pena de cárcel o no, los de siempre, los hijos inmerecidos de la profunda injusticia social que nos caracteriza como pueblo

Con el patrón peledeísta, y, las aspiraciones de hacer de Santo Domingo un Nueva York “chiquito”. Empezamos a importar culturas y costumbres propias de los guetos norteamericanos. En donde la filosofía del marginado gira en torno a la idea del sub-mundo, que busca sin pensar en las consecuencias “Ser rico o morir intentándolo” a lo -Five ti cent-.  Lo que provocó el abandono del campo para vivir en la urbe, repletos de esas carencias que adornan a los pobres por el mero capricho de los políticos irresponsables, sin las condiciones para saciar el hambre y la sed de crecer.

En esos casi cinco lustros que llevan con el timón del Estado, todavía no se ha, pese a los excesos de la parafernalia mediática con que se venden las bonhomías de estos gobiernos peledeístas, podido enrumbar el barco a un puerto firme, ni generar los cambios políticos que provoquen un ambiente social y económico favorables para las grandes mayorías. Hacinadas en las periferias de las principales ciudades, víctimas de insalubridades, faltas de servicios públicos y las penurias a las que parecen haberse acostumbrado a punta de pistola.

Probablemente, los habrá dentro del reducido aparato del PLD denominado Comité Político, dueños de inmensas fortunas, quienes, apegado a su progreso inescrutable, nos quieran obligar a comprarles el discurso de que son ellos los únicos que pueden, por mandato irrefutable de los dioses. Dirigir el destino de todos nosotros. Aun los que afanosamente rogamos por el eterno descanso de su partido. Y a pesar de encabezar como país la mayoría de los ratings en bajos niveles de desarrollo, en salud, educación y vivienda.

Sin embargo, una simple mirada a las orillas de los acuíferos que bordean Santo Domingo, Santiago, San Pedro de Macorís y otras provincias de iguales características. Nos sirve de radiografía social para determinar los niveles de desigualdad en que nos han sumido estos pretenciosos y vanidosos peledeístas. Amparados en aquel subterfugio neoliberal llamado libertad. No sabiendo que: “La libertad con hambre no es tal, porque el hombre con hambre es prisionero de la enfermedad, de la incertidumbre, de la miseria”. – José Francisco Peña Gómez-.

Mofándose sin contemplación de los incautos que preocupados se preguntan, al ver jóvenes y adolescentes, nacidos y criados en este sistema generador de desigualdades y promotor de antivalores, perpetrar actos que en otros tiempos nadie podía imaginar que ocurrieran en esta tierra de Duarte y Luperón. Absortos ante lo horrendo del delito. Procurando con empeño cambiar la situación de sus muchachos.  ¿Quién tiene la culpa? a lo que vale la pena responder. ¡Leonel y Danilo, son los culpables!


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