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Urge una Nueva República Dominicana


Por: Félix Julián Padilla

Necesitamos una nueva república, un nuevo país. Decía un famoso experto en gestión y estrategia de calado mundial:  la estrategia es la revolución, todo lo demás es táctica. La palabra revolución tan temida no significa tiros, guerra.

De hecho, el mundo vive en constante revolución. Los cambios son cada día más frecuentes, impredecibles y paradigmáticos.

De hecho, se pretende de manera perversa una revolución que permita infiltrar las almas de la gente a través de nuevas filosofías degradantes. Al control paulatino de sus mentes.

Revolución significa cambio radical. Y creemos que necesitamos un cambio profundo, una Reigeniería para el bien en la República Dominicana.

Parece que este enunciado: todo lo demás es táctica, que aplica en el ámbito empresarial tiene total y mayor aplicación para el cambio socio político económico de la nación.

La gente teme y se resiste a los cambios. Y si son para el mal y para que solo un grupito se beneficie, debería provocarles más. Pero la anestesia y la complicidad degradante calla muchas voces y conciencias en todo el territorio nacional. ¡Papeleta mató a menudo!

Sabemos que la estabilidad es lo que los mayores beneficiados (esos grupitos políticos y compartes) de los sistemas económicos actuales desean. Estabilidad para la perpetuidad, para la nueva hegemonía. Una dictadura de partido.

Ya no se trata de la hegemonía dialéctica de los marxistas leninistas. Se trata de la hegemonía económica basada en la esclavitud de los pueblos y el neo feudalismo. La creación de una clase política multi millonaria para competir incluso con los grandes empresarios.

Necesitamos un nuevo país. Una nueva república. Y evidentemente los cambios requeridos no son de curetaje. Evidentemente no se trata de un paciente ambulatorio, sino de un enfermo que ha hecho crónica metástasis, una gravedad de una enfermedad mortal con múltiples síntomas siendo el más importante: el hacer dinero a toda costa, para mantener el poder y el mantener una sociedad amoral y sin principios donde el paradigma fundamental valora las circunstancias descritas por Gasset y el oportunismo escalofriante e inescrupuloso pero pragmático descrito por Nicolás.

El fin justifica los medios. El oportunismo. El amarrar la chiva. El aprovechar todo lo que deba ser aprovechable sin importar que con ello se evadan, eludan o violen las leyes más elementales. O se traicionen los más elevados principios rectores de la Patria.

La descomposición social e institucional ha convertido al país en una república mafiosa. En una sociedad corrupta. En una nación que dista mucho de ser un lugar donde sus ciudadanos ya ex propietarios de la solidaridad, la paz y el calor humano, puedan convivir y alcanzar algún grado de felicidad. Salvo los protegidos por un poder corrupto y corruptor.

La política se convirtió en el principal medio de sobrevivencia donde operan la gran mayoría de los enlodados. Los actuantes y los que callan. Los cómplices y los que sobreviven. Para escapar de la miseria galopante que arropa a una gran cantidad de dominicanos.

La política en lugar de ser un medio salvador y restaurador de sociedades, en nuestro país, en la cuasi extinta República Dominicana, es el medio para la ficción, el plagio, la mafia, el desorden organizado y el refuerzo de un sistema humano degradante.

Necesitamos una nueva República Dominicana. Necesitamos una Nueva Democracia. Una Real Democracia.

Necesitamos nuevos comunicadores, nuevos periodistas, nuevos actores políticos, nuevos militares, nuevos agentes del orden, nuevos médicos, nuevas enfermeras, nuevos arquitectos, nuevos contadores, nuevos ingenieros, nuevos abogados (de estos hay que realizar una reinvención lejos del infierno), nuevos líderes en todos los campos de acción, nuevos artistas, nuevos cantores, una nueva prensa, una nueva iglesia, con nuevos pastores y nuevos sacerdotes.

Necesitamos nuevas personas. Nuevos seres humanos. Una nueva familia, Un Nuevo Hombre una nueva sociedad. Necesitamos el Espíritu del Cristo Real en Nuestras Vidas y Nuestra Sociedad. No al que se utiliza en las iglesias para en su nombre en cada Tedeum seguir destruyendo la nación. No al que usa en muchos cultos para dorar la píldora de los abusos de poder a cambio de favores y enriquecimiento pastoral o apostólico.

Necesitamos de forma urgente una nueva República Dominicana. Donde primen otros criterios distintos a estos tristemente mencionados. Y otros pendientes de enunciar.

Evidentemente para ello necesitamos hacer un alto en el camino. Re encauzar la política y los políticos. Re encausar los lideratos y los líderes. Re definir el norte que debe seguir la república. Quitar de las manos de los actores tradicionales el poder y el maletín.

Necesitamos una nueva República Dominicana. Necesitamos nuevos partidos políticos. Nuevos diputados y senadores, nuevos ministros, nuevas instituciones, necesitamos también una nueva empresa y un nuevo criterio empresarial.

Necesitamos que este nuevo nacimiento se fundamente en la ética, en la moral, en lo correcto, en las oportunidades reales para la gente, en el enfoque benigno para la calidad de vida de todos los dominicanos.

Necesitamos abandonar la pantalla, la falsa imagen. El fraude, la estafa, el abuso al consumidor.

Necesitamos nuevas ONGs. Aquellas que realmente fomenten lo que más conviene a la nación: el fortalecimiento decidido de la familia dominicana y por ende de la república.

Desterrar para siempre el negocio de la política dominicana. Desterrar para siempre el vivir del presupuesto nacional siendo privilegiados mientras miles mueren de hambre en todo el territorio nacional. De hambre material, espiritual e intelectual.

Necesitamos cambiar tantas leyes incluso la misma constitución de la república. Pero no pueden ser cambiadas por los mismos destructores y verdugos de la nación. Necesitamos un nuevo congreso.

Necesitamos gente honorable asumiendo los cargos más honorables de la nación.

Los cambios que necesita el país, deben institucionalizarse, pero esto requerirá extirpar muchos tumores que lamentablemente tienen nombres y apellidos en todos esos campos y disciplinas e instituciones relacionadas.

Esa nueva república tendrá como alfarero al mismo pueblo soberano. Ese que decidirá pacifica, pero decididamente los destinos de la nación.

La iglesia no puede estar más en las manos de Lutero. Ni las leyes en las manos de los perpetradores del mal de la república.

Necesitamos un nuevo orden. Un orden para el bien. No un sistema que representa lo que es en la actualidad, un orden para o inverso. Un orden para el mal.

Donde la gente confundida y hasta cómplice continúa cruzada de brazos o claudica. De hecho, ni lo expresa. Y sigue con su pensar en el mismo derrotero: esa es la cultura, así son las cosas aquí. Vete con la corriente. Si el viento sopla para el este, vete para el este. Si del cielo te caen limones, aprende a hacer limonada. ¡Esto no va a cambiar! No seas tonto, aprovéchate tú también.

Dejamos con esta actitud derrotista el orden en manos de los malhechores hartamente conocidos y que manejan los hilos del mal y conducen a la destrucción total de la república.

Si no está roto, rómpalo. Decía ese título de aquel libro. Y evidentemente nuestro orden está casi roto.

Es por eso que el pueblo que es soberano deberá empoderarse seria y pacíficamente y relanzar esta nueva república que conviene instituir, en la paz, en el orden, en la concordia, pero con la valentía que sugieren las cirugías delicadas.

Una nueva República Dominicana evidentemente requerirá nuevos jueces, nuevos fiscales, nuevos diputados, nuevos senadores, nuevos partidos políticos y nuevos funcionarios públicos en todos los órdenes y niveles jerárquicos.

Una nueva República Dominicana plantea un nuevo orden constitucional. No es posible esperar cuatro años para re asignar cargos electivos cuando sus incumbentes no cumplen con los principios y valores que le sustentan y cuando los cargos están por encima de sus potenciales realizaciones, sus incompetencias y lo peor, por encima de sus prácticas carentes de honorabilidad.

Una nueva República Dominicana evidentemente que quitaría los anzuelos de la mar, y ya no estarían los conspiradores amarrando la chiva para sobrevivir como rémolas del presupuesto nacional.

No se justifica que como aspirante a un cargo electivo, el candidato se alegre del fracaso del actual incúmbente, olvidando que con ello se contribuye a la destrucción del país.

Una nueva República Dominicana. Colocará en el centro del pecho de cada dominicano el escudo nacional. La gente volverá a sentirse orgullosa de su nacionalidad. El espíritu restaurador estar ondeando en cada bandera tricolor alzada en todo el territorio nacional. Nuestros hijos y nietos sentirán emoción al escuchar las notas del himno nacional, o al escuchar nueva vez el juramento trinitario.

Una nueva República Dominicana desterrará para siempre al impostor, que durante un tiempo veló y preservó los valores más correctos, pero que decidió por conveniencia personal olvidarse de ellos y claudicar, para vender a los peores intereses su voz, su pensamiento, su pluma y su accionar.

Una nueva República Dominicana deberá privilegiar los contenidos educativos a la degradación moral que se puede ver cada día en nuestros medios de comunicación. Deberá privilegiar el desarrollo del juicio crítico en lugar de preferir a los borregos que marchan tras una botella de alcohol, olvidándose de respetarse primero a sí mismo y luego a su propia nación.

Una nueva república implica tantas cosas. Pero es lo que necesita la nación.

 


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