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Una nueva política 


Por: Andrés Lugo Risk 
Es innegable que las sociedades del mundo occidental en términos generales y la dominicana de manera particular están inmersas en una acelerada y constante dinámica de cambios a todos los niveles. Para el sociólogo Manuel Mora Araujo este es un fenómeno universal y si lo vemos en orden comparativo con la política, no queda duda de que la sociedad cambia mucho más rápido que ella. Es mas, a veces ocurre que la sociedad que vota por un gobierno, al final de su mandato ya no es la misma. Ha cambiado de manera significativa, aunque sea de una forma inadvertida, casi imperceptible. Así de rápido va el mundo.
Esta situación constituye un drama para el dirigente político, según el citado analista y consultor argentino, ya que lo obliga a reinventarse, readecuarse, a estar atento todo el tiempo para sintonizar con las nuevas exigencias sociales, políticas, económicas y hasta culturales que se presentan. Es una sociedad integrada en términos ampliamente mayoritarios por la denominada generación X, los Millennials que ya casi puede votar el 100% de ellos y la generación Z con sus primeros votantes en las próximas citas electorales. Pero lo importante es el peso de sus opiniones, actitudes y reacciones, casi siempre virtuales y de una manera muy alternativa. Pero ojo, cuando se levantan como una gran ola hawaiana producen fenómenos y acontecimientos político-sociales de grandes dimensiones e inesperadas consecuencias, como vimos en los países árabes con su primavera, en la elección de Obama, luego con el “anti-sistema” de Trump, el fenómeno Macron, la elección frecuente de “outsiders” de la política o las protestas que encabezan en muchas partes del mundo.
Esta ineludible realidad exige un cambio de actitud política, una ruptura de paradigmas por parte de los nuevos actores políticos y de los tradicionales que quieran subsistir, una práctica política distinta, que se distancie de la cuestionada por los escándalos de corrupción, de la falta de credibilidad en la función pública, de las maquinarias electorales, clientelares y garantistas de impunidad, de la generación de riquezas desde los gobiernos en base al enriquecimiento ilícito, de la incapacidad de dar solución a los problemas básicos de la ciudadanía y de un débil ejercicio de oposición.
A los escépticos e incrédulos, les aseguro que esta nueva forma de hacer política se puede lograr, claro que si, y se alcanza rescatando el sistema de partidos, nunca destruyéndolo; se puede refundar, transformar dramáticamente y rescatar la credibilidad perdida por la clase política ante la sociedad a la que aspira representar, dirigir y conducir hacia mejores senderos de bienestar colectivo y justicia social.
Pero no es una tarea exclusiva de los dirigentes emergentes, aunque si se necesita de su liderazgo, de su principalía; esta es una responsabilidad de todos, con el objetivo claro y firme de impulsar en nuestras organizaciones la renovación dirigencial (mas gente joven y mujeres), la creación de espacios para la toma de decisiones que promuevan procesos democráticos, justos y trasparentes; la legitimación de sus autoridades en los plazos que establecen los estatutos internos, el fomento de la democracia interior y la funcionalidad de los organismos. También, un activismo contundentemente critico desde los partidos líderes de la oposición, desde el congreso y la municipalidad. En definitiva la aspiración y los esfuerzos en la nueva política deben estar concentrados y dirigidos a transformar el viciado sistema de partidos y acercarnos más a la ciudadanía, siendo mejores y más confiables representantes de la sociedad de hoy.

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