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Presidente de Nicaragua Daniel Ortega silencia a sangre y fuego las voces disidentes a su gobierno


Managua. –La oposición nicaragüense se echó a las calles, por tercer día consecutivo, para protestar contra la reforma de las pensiones, un cambio legislativo tildado de inconstitucional y que ha convertido las calles de la capital nicaragüense en campo de una batalla campal que enfrenta a manifestantes contra policías y encendidas huestes orteguistas.

El saldo momentáneo es de tres muertos, un policía y dos estudiantes, que fallecieron en la Universidad Agraria, convertida estos días en el epicentro de las protestas. Según la oposición, habría otra víctima más. Los heridos serían decenas (al menos 33, según Cruz Roja).

Y en medio del caos, el Gobierno ha decidido censurar y retirar la señal de tres canales de televisión: dos contrarios al régimen y otro de la Conferencia Episcopal. El presidente Daniel Ortega por el momento ha mantenido silencio cediendo protagonismo a su mujer, y vicepresidenta del país, Rosario Murillo, quien ha llamado a los simpatizantes de su causa a «defender la revolución ante los violentos».

La chispa que ha encendido estas protestas ha sido la polémica reforma fiscal que pretende aumentar la contribución de empresas y trabajadores, al tiempo que reduce un 5% las pensiones. Una decisión que ha soliviantado a los círculos empresariales y a los desencantados con la labor del régimen. En Nicaragua, un país gobernado con mano de hierro desde hace once años por el sandinista Daniel Ortega y donde la oposición no ha podido participar en las últimas elecciones, cualquier intento de desestabilizar el orden ha sido aplacado por los tribunales, alineados con el poder, y por la extrema violencia policial y militar. Y cuando ninguna de estas medidas es suficiente, la dupla Ortega-Murillo convoca a sus fieles a defender la revolución. Como si de una policía de paisano se tratara, cientos de sandinistas se han organizado para diluir las marchas opositoras de la manera más efectiva: atacándolas.

Las turbas instalaron comandos en las principales calles y plazas de la capital compuestos no sólo por adultos sino también por ancianos y niños defensores de la revolución y dispuestos a poner en riesgo su integridad para protegerla. Murillo ha alentado sus actuaciones culpando de toda la violencia a «minúsculos grupos alentadores del odio», a los cuales les desea un «castigo divino». Pero hasta el obispo auxiliar de Managua, Silvio Baez, pide en twitter que paren: «No más represión criminal. No ultrajen más el nombre de Dios».


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