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¡Luis es un presidente excepcional!


Por Tony Raful

La política clien­telar empieza a perder influen­cias a nivel de las estructuras del Poder político. Acogotado por un sistema fracasado, el país parece haber encontra­do métodos y guías de tra­bajo conducentes a una nue­va imagen social, sobre todo a una impactante gobernabi­lidad que liquida de cuajo la corrupción, uno de los males ancestrales del país que usur­paron déspotas y tiranos. El Palacio Nacional, escondrijo de farsantes, con excepcio­nes memorables histórica­mente, parece aglutinarse en auras nuevas sobre sus edificaciones tradicionales. Es el mismo Palacio Nacio­nal donde tantas maniobras siniestras se pactaron, donde la voz de mando del déspota se enseñoreaba sobre la con­ciencia nacional. Allí resistió el presidente Bosch el asedio de una turba de oficiales que lo conminaron al destierro, propiciando la entrega del mando a una insaciable oli­garquía que no resistió 7 me­ses de gobierno decente y de­mocrático.

La politiquería ha marcado el sendero de una praxis demagógica e insul­sa, donde no queda en pie un solo principio moral. Jugan­do con el oropel, repitiendo el libreto de la política clien­telar, hasta llegar al extremo de subvencionar una em­pleomanía parasitaria, gra­cias a préstamos ilimitados que nos endeudan por gene­raciones. Al cruzar veloz por su pórtico frontal, acuden a mi mente las imágenes de jenízaros y lacayos que las­traron el honor nacional, en una carrera invertida hacia atrás ahondando lo males sociales, viéndose en sus es­pejos rotos con la grandilo­cuencia de sus ríspidos ver­bos de mediocres insomnes. En 1961 la masa amorfa sin cristales de luz y de valores éticos, entró en convulsio­nes y desordenes patológi­cos, ante el cadáver en proce­sión hacia San Cristóbal, del tirano más malvado que ha­ya conocido la historia domi­nicana y del Caribe.

Entre sus realizaciones majestuosas, sobresalía el ego monstruo­so y la complicidad taimada de los servidores incondicio­nales. En tiempo presente heredamos un clima viciado. Gobiernos vienen y gobier­nos van, repitiendo el mis­mo libreto demagógico y la supuesta entrega al bien co­mún con obras cuyos bene­ficios reportan comisiones millonarias a esa cáfila delin­cuencial.

Creo que ha llegado el mo­mento de recuperar la dig­nidad patriótica, de defen­der el interés nacional, de ir al pueblo, creando concien­cia, combatiendo el desam­paro, ahorrando el dinero que se lleva la corrupción en los bolsillos de los funciona­rios, que algunos calculan tí­midamente en más de un 30 % del monto total del Presu­puesto Nacional. Tener a un Presidente de la categoría de Luis Abinader, es un lujo para cualquier país, Representa la honestidad en su nivel más alto, en su compromiso de adecentar la nación. Nunca lo he visto traicionar un prin­cipio o involucrarse en una acción deshonesta. Lo conoz­co bien.

Se de sus preocupacio­nes, de sus principios éticos, de su amor al país en función de una nación de hombres y mujeres libres con vocación al trabajo productivo. Conoz­co su integridad y estoy con­vencido de que no pactará jamás con el peculado ni el cohecho. Además Luis es un hombre que está permanen­temente en estado de alerta. Siempre con los ojos abiertos ante el elogio ruin de los ser­viles que merodean el entor­no de la victoria.


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