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La política de vida o muerte


Por Borja Medina

Cuando el extinto presidente Dr. Joaquín Balaguer salió del Palacio Nacional en el año 1978, hubo quienes, en la opinión pública, lo declararon un cadáver político, significando así, que a su vida en tal quehacer le había llegado el fin.

Pero como escribiera González Cárdenas, “no estaba muerto, andaba de parranda”. Por supuesto, para una figura como Balaguer la parranda suponía estar sumergido en el mundo de las letras.

Su respuesta a aquel vaticinio fue el silencio y la producción de diversas obras literarias. Siempre manteniendo un perfil bajo. En absoluta reserva y discreción.

Y es que, precisamente, esa es la actitud que debe exhibir un ex presidente. Pues lo que haga o deje de hacer, siempre está sujeto a conjeturas e interpretaciones, muchas veces interesadas.

Su regreso se debió, fundamentalmente, a su firme decisión de enfrentar a quienes detentaban el poder en ese entonces. Por tal firmeza, pudo retornar al Palacio Nacional y hacer un nuevo intento de reivindicarse con la historia.

Un asunto de vida o muerte

Como cualquier otro oficio en la vida, la política es demandante, agotadora y consume a quien la ejerza a tiempo completo. Sin embargo, ese sacrificio del político muchas veces puede convertirse en un asunto de vida o muerte cuando se trate del mantenimiento de su obra, de su compromiso frente al pueblo y de su legado ante la historia.

Así ha sido siempre. En todas partes.

Se recuerda el caso de Salvador Allende quien entregó su vida, luchando hasta el último minuto por defender las conquistas democráticas a las que había conducido al pueblo chileno; cayendo abatido en La Moneda.

Eso se puede apreciar en el ímpetu de las letras de Pablo Milanés que dicen:

Yo pisaré las calles nuevamente

De lo que fue Santiago ensangrentada

Y en una hermosa plaza liberada

Me detendré a llorar por los ausentes

Yo vendré del desierto calcinante

Y saldré de los bosques y los lagos

Y evocaré en un cerro de Santiago

A mis hermanos que murieron antes

A mi juicio, esas letras proverbiales, hacen algunas invitaciones a los líderes políticos de hoy, también a quienes le siguen.

La primera invitación es a volver al lugar de los hechos.  A donde todo comenzó y donde todo de pronto, aparentemente, se desmoronó. Volver con esperanza y fuerzas de recuperar lo arrebatado, arriesgando la vida si es necesario.

En segundo lugar, en memoria de los desaparecidos, el político debe reinventarse e innovar en su forma de hacer política, para evitar futuros desmanes y cumplir así con el llamado del pueblo a propiciar progreso y bienestar colectivo.

En tercer lugar, debe tenerse claro que el contexto requiere determinación, sacrificio, energía, firmeza y resistencia para lidiar con situaciones más perversas de las que ya se han vivido.

No obstante, cuando decimos que es ¨un asunto de vida o muerte¨ vale aclarar que no nos referimos a la violencia o al uso de la fuerza, como método para el regreso de lo que entendamos que deba volver en pro de la democracia, la modernización y la justicia social en nuestro país.

De la falta de consenso y del uso de la fuerza, la política dominicana conoce muy bien sus ignominiosos resultados. De forma especial, los jóvenes hemos observado en los últimos años las consecuencias de tirar los escrúpulos al zafacón en la lucha por el poder. Esto todavía hoy tiene sus vestigios o eructos, según el punto de vista.

Por consiguiente, en esta coyuntura y de cara al futuro, la carrera política debe ceñirse al trabajo constante, con tesón y denuedo.

Bien lo resume una estrofa de otra canción de Milanés, que dice:

Condiciones que no tienen

que ver con tirar un tiro

nos abrieron el camino

mientras a ti te detienen.

Esta tarea inconclusa

tenemos que terminar

pues quieren ver el final

todos los muertos de ambos.

Por donde salgas, yo salgo,

siempre te voy a apoyar.

Dicho fragmento expresa de forma evidente dos cosas. En primer orden, indica que las decisiones deben tomarse con entereza. Ya que, por ejemplo, si un político ve erosionarse el liderazgo que construyó en más de un periodo presidencial, seguramente estaría compelido a luchar por mantenerlo o tendría de igual modo una tarea inconclusa.

En segundo lugar, deja claro que esa misma firmeza del líder debe estar compuesta por la lealtad irrestricta de quienes le siguen. Es decir, por donde salga el líder hay que salir y se tiene que apoyar sin contemplaciones de ningún tipo. Bajo cualquier circunstancia.

Pero el líder, en esta coyuntura, debe poner todo su esfuerzo y empeño, decidido y aguerrido, como en las ocasiones que lo catapultaron como tal, justamente en el calor de campañas electorales. Así quienes le siguen sabrán cómo actuar y qué hacer para la consecución de los objetivos que se han planteado en el inmediato, mediano y largo plazo.

El Doctor Balaguer, luego de estar ocho años fuera del poder, volvió por diez.

En todo caso, así como hay oportunidad para reflexionar sobre estos temas, la habrá para despertar y ver lo que se puede hacer desde nuestra modesta posición. A pesar de lo que llamamos como ¨tiempo de penumbra¨, por el que está atravesando la actividad política dominicana actualmente.

A nuestra parte, el despertar le llegó el 19 de abril de hace, precisamente, dos años, cuando empezamos a ver con especial atención cómo actúa un líder y quien detenta el poder, también a sus respectivos acólitos.

Finalmente, propicio es un fragmento de la carta que le escribiera de puño y letra el ¨Che¨ Guevara a Fidel Castro, que dice: ¨Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere, si es verdadera¨…

¨Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria. Hoy todo tiene un tono menos dramático porque somos más maduros. Pero el hecho se repite¨.

En esta ocasión, hagamos nuestra la consigna de: ¡Patria o Muerte!


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