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Gestión del Jefe Policial, una decepción 3 de 3


Por: Juan Tomás Taveras

Para aquellos que no lo recuerdan, mis planteamientos y críticas constructivas al sistema de seguridad pública no es nada del momento ni se debe a inconformidad de pensión o resentimiento, como algunos podrían pensar. Nuestra lucha a favor de los derechos y dignidad de los policías inició desde que ingresé en esa institución, continuará mientras vida tenga, y hace unos años la hemos ampliado a favor de los miembros de las Fuerzas Armadas, activos y pensionados.

Cuando ingresé a las filas, nuestro lema doctrinario era “Todo por la patria”, y al terminar cada tarea o actividad gritábamos a todo pulmón “¡Que viva la patria y abajo el comunismo!”, luego cambió por “abajo el narcotráfico”, y en mis últimos años por “abajo la corrupción”.

Mis planteamientos reveladores que se contraponen a los intereses de los grupos que viven y sacan beneficio de toda manifestación de violencia que nos limita a vivir en un ambiente de inseguridad tienen un único objetivo: generar soluciones a esta crisis que nos encierra en el temor, pues para nadie es un secreto que vivimos enrejados como prisioneros para protegernos de la delincuencia.

La lógica a reflexionar no es solo protegernos de los delincuentes comunes, nuestro mayor temor debe estar enfocado en las autoridades que priorizan el interés particular beneficiándose de la corrupción y la impunidad, y por ende, facilitando un creciente deterioro social. Los delincuentes comunes son consecuencia de las ambiciones de grupos de poder públicos y privados, y dentro de ese círculo vicioso de males los jefes policiales y militares son piezas subordinadas que, como en un juego de ajedrez, se convierten en serviles de esos intereses.

El eje central de todo servicio público es el ciudadano, la seguridad debe ser equitativa e igualitaria para todos, sin privilegios. Urge la necesidad de descontinuar la ciega obediencia “al jefe o presidente de turno” o a los que dirigen grupos de poder en los sectores públicos y privados. Al momento de su designación los funcionarios juran cumplir y hacer cumplir las leyes, pero no lo hacen.

Hemos asumido un compromiso patriótico y de vocación frente al estudio de estos temas en búsqueda de resultados propositivos para lograr la seguridad a la que todos tenemos derecho.

Hablar en primera persona resulta un poco incómodo, pero cuando tratamos temas tan controversiales y a veces desconocidos o que no interesan a muchos, debemos aclarar ciertas dudas para evitar confusión.

En nuestro caso particular ingresamos con una ideología de izquierda que era intolerable en ese entonces, influenciado por Juan Bosch, a quien conocí cuando tenía 14 años, y desde ese momento fui militante activo en el boschismo, continuando sin variación como cadete y en casi toda mi vida de oficial.

He sido coherente en mi compromiso por la patria, por vocación de servicio y por una visión institucional que asumí desde el mismo día que ingresé a la Policía un lunes 13 de diciembre de 1982. Llego a las filas siendo crítico y rebelde como adolescente de 19 años, y salí siendo crítico y rebelde como adulto de 45 años, un 15 de julio de 2009. Para quienes no lo recuerden, antes de ser destituido o puesto en retiro de la Policía Nacional en un único decreto “por antigüedad en el servicio”, fui apresado por expresar mis ideas críticas a los jefes policiales y militares y al gobierno de turno.

Reitero, cuando fui puesto en retiro, pese a que se violaban mis derechos y se entraba en contradicción con la Constitución y la Ley Orgánica, no me interesó someter un amparo en ese momento ni ha estado en nuestros planes tener el uniforme nuevamente, pero, dejando claro que sigo siendo policía de corazón y vocación en mi condición de pensionado y como sindicalista inspirado por Mauricio Báez.

La seguridad es un asunto de todos, y en el caso de la Policía, corresponde al director general trazar las directrices y actuar como un gerente de vanguardia para administrar, humanizar y hacer cada vez más eficiente ese cuerpo policial.

Pregunto al general Ney A. Bautista A., dejando así en la mente de quienes observamos y esperamos cambios en el accionar del cuerpo policial:

1) ¿Por qué los policías no tienen un límite de horario, 8 horas diarias de trabajo como manda el Código Laboral?

2) ¿Por qué los policías no tienen áreas específicas de trabajo, con mapeo delictivo y análisis sociológicos y criminológicos de cada área en cuestión?

3) ¿Por qué hay tanta desigualdad en los pagos de sobresueldos, especialidades o incentivos en las diferentes dependencias policiales?

4) ¿Por qué no se hacen exámenes psicométricos cada 6 meses para dar seguimiento a la salud física y mental de cada policía, en especial cuando participan en intercambios de disparos con víctimas fatales o cualquier tipo de situación que pudiere causarles traumas?

5) ¿Por qué no se hace una revisión de los descuentos al salario y el uso o destino de los mismos, transparentándolos?

6) ¿Por qué el Comité de Retiro solo tramita papeles? Urge gestionar una oficina especial para resolver cualquier situación referente a los más de 20 mil pensionados de la Policía.

7) ¿Por qué no se asume la protección de los pensionados, ya que el director policial anterior se desvinculó de representar o tener responsabilidad con ese sector, entre otros tantos desprecios?

8) ¿Por qué no se han honrado los pagos pendientes de sueldos por año a los pensionados en 2017 y 2018, así como gestionar la reducción del descuento que se hace para el seguro médico de nuestros policías pensionados, que es un 6%, mientras a los activos solo se reduce un 3%, lo cual es violatorio a la Ley 87-01 y a la Constitución?

9) ¿Por qué los policías en servicios ajenos al quehacer policial no son regulados y fiscalizados estrictamente para impedir que realicen trabajos deshonrosos o ilegales?

10) ¿Por qué no se evalúa y monitorea regularmente la labor de todos los policías respeto al escalafón y estabilidad en los puestos por especialidad para hacer carrera cada quien en su área?

Una de las soluciones que recomendamos es la clasificación y distribución por especialidad de los recursos humanos. La plantilla debe ser auditada estrictamente, creando el perfil de quien debe dirigir o coordinar cada puesto y de igual manera establecer la descripción de esos puestos acorde con el organigrama. Cualquier miembro policial que no esté laborando en tareas propias de servicio policial debe ser excluido de nómina y ese pago debe ser asumido por la persona o institución que lo utiliza (políticos, funcionarios, empresarios, personalidades de dudosa reputación, etc.).

Nunca es tarde para hacer lo correcto. Los policías mal pagados, mal equipados, con deudas, sin medicinas, excluidos, discriminados y tratados como parias no se sentirán parte de la sociedad y sus comunidades, y mucho menos sentirán el compromiso como funcionarios responsables de hacer cumplir la ley para prevenir los crímenes, delitos y violencia en todas sus manifestaciones.

Es apremiante desmilitarizar a la Policía Nacional y “despolicializar” las Fuerzas Armadas. Muchos jefes militares, políticos y empresarios con intereses en la seguridad privada son en estos momentos la principal amenaza a la institucionalidad policial y a la misma seguridad pública.

El autor es mayor general retirado, periodista, miembro fundador y vocero de la Asociación de Policías y Militares, Activos y Jubilados Dominicanos, APODOM, ProDignidad y Derechos. Incluye a todos los veteranos.


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