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El milagro económico que nunca lo fue


Por: Pedro Silverio Alvarez

«Las cuentas públicas no están del todo saneadas. El déficit fiscal está en aumento desde hace tiempo, y en gran medida se está compensando con un endeudamiento externo difícil de mantener. Entre los economistas hay consenso en que un ajuste del gasto será indispensable en el futuro inmediato para evitar una crisis. […] Estas señales de alarma revelan un problema más profundo, de índole política. El aumento desmedido del gasto público está en línea directa con la cercanía de las próximas elecciones presidenciales, que se realizarán el 17 de mayo». Darío Mizrahi, Cuáles son los secretos del “milagro económico” del que nadie habla en América Latina, Infobae, enero 5, 2020

Cuando se habla de un ‘milagro económico’ es casi imposible no pensar en la historia de éxitos de los denominados tigres asiáticos: Singapur, Hong Kong, Corea del Sur y Taiwán. Ellos lograron dar el salto cualitativo del subdesarrollo al desarrollo en un período de tiempo sorprendentemente breve. Ellos supieron convertirse, con una combinación de políticas, en potencias exportadoras, dado el tamaño inicial de sus economías particulares que los obligaba a considerar la inserción en la economía internacional como una variable clave para alcanzar el desarrollo.

Por eso, resulta desproporcionado que algunos analistas hayan tomado un titular de Infobae – una reconocida fuente noticias por internet con sede en Argentina – para sugerir que en República Dominicana en los últimos años se ha producido un milagro económico. Nada más lejos de la realidad. Por el hecho de que la economía dominicana haya crecido a un ritmo superior al promedio de la región no implica, ni remotamente, que se trata de un milagro. El milagro sería, en todo caso, que habiendo crecido a las tasas oficiales no estemos en un punto más alto en la ruta hacia el desarrollo. Esto no significa que el país no haya hecho avances. Si, los ha hecho; especialmente, avances cuantitativos en algunos indicadores que no necesariamente son sostenibles en el tiempo.

Pero seguimos con los mismos problemas fundamentales de siempre, a pesar de que el gobierno del presidente Medina ha tenido la suerte de contar con un entorno internacional favorable, como pocos presidentes lo han tenido en los últimos cuarenta años. Por ejemplo, durante su gobierno los precios del barril de petróleo han ido cayendo sistemáticamente; en septiembre del 2013 – al comienzo de su segundo año de gobierno – el precio del barril de petróleo (WTI) era de US$ 106.29, mientras que al día de ayer era UD$ 59.64. Entre estos dos puntos, en el 2015 el precio promedio estuvo por debajo de los US$ 50. En otras palabras, durante el gobierno del presidente Medina la economía dominicana ha recibido un choque positivo de petróleo.

Igualmente, desde el 2012 se observa un periodo de expansión en la economía internacional, que comenzaba a salir de los efectos de la crisis financiera internacional – la gran recesión que se inició en 2007 – y que ha generado en Estados Unidos, nuestro principal socio comercial, el ciclo más largo de crecimiento en su historia económica reciente; además de una gran liquidez internacional disponible para financiar la demanda de créditos de países como el nuestro.

Para ponderar apropiadamente el impacto que el entorno internacional tiene sobre una economía tan pequeña como la dominicana solo hay que echar una mirada breve al entorno que han enfrentado los presidentes dominicanos en los últimos cuarenta años. Como es harto sabido, la década de los 80 se ha catalogado como la década perdida para América Latina, con una grave crisis de la deuda, en muchos casos hiperinflación, choques negativos de petróleo, entre otros factores. Las opciones de políticas económicas –aunque pudiera discutirse si fueron decisiones correctas– estuvieron severamente constreñidas por ese entorno internacional tan negativo. En los 90, luego de los primeros años, hubo un mejor desenvolvimiento de las economías latinoamericanas –y de la dominicana en particular– fruto de las reformas estructurales que comenzaron a implementarse en la región. Desde entonces, la economía dominicana ha tenido un periodo de unos 25 años de crecimiento, con la excepción del 2003, cuando se produjo la crisis bancaria. Pero cuatro años más tarde se inició la gran recesión que mencionamos anteriormente.

De manera que el presidente Medina inicia su administración en el 2012 con un entorno internacional que le ha sido favorable a través de sus dos períodos de gobierno. Si además del entorno internacional ajustamos la ecuación con la introducción de factores como la institucionalidad y la corrupción, es muy probable que el orden en la comparación de los gobernantes que hemos tenido en los últimos cuarenta años cambie y sea muy distinto del que se nos quiere enrostrar.

Ha sido, precisamente, el presidente Medina quien ha prometido un cambio de modelo económico; lo hizo como candidato presidencial y lo ratificó cuando fue elegido en el 2012. Nada de eso ocurrió, pues para ello se requiere una verdadera voluntad política. Y el presidente terminó renegando de su promesa al proferir su lapidaria expresión de que el país “ya tiene el modelo económico ideal”. Probablemente, un modelo económico no se pueda cambiar en cuatro u ocho años, pero se pudo haber avanzado en esa dirección; especialmente, porque el presidente Medina encontró una economía estable y creciendo; y su mérito ha sido mantener esa tendencia, en las condiciones internacionales más favorables.

Lo reprochable es que no haya aprovechado esas condiciones para impulsar reformas estructurales que mejoraran la calidad del crecimiento económico y aproximara nuestra economía al objetivo de desarrollo. Solo eso. No se pedía un milagro… al menos, una señal…


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