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Danilismo, una maldición política de destrucción


Por: Juan Tomás Olivero

“Cuando el debate se ha perdido, la calumnia es la herramienta del perdedor” (Sócrates)

No cabe duda de que estamos asistiendo a situaciones y circunstancias políticas que lloran ante la presencia de Dios.  Danilo Medina Sánchez ha logrado en casi en ocho años de gobierno lo que nadie nunca había hecho:  destruir el sistema de partidos degradándolo, y de paso, pretender desprestigiar sus dirigentes con injurias, sobornos-chantajes y mentiras. Ante lo que luce ser una cadena de falsedades del danilismo, hijas de una mente pervertida y llena de odio como la del monje Rasputín (Gustavo Montalvo), no queda más remedio que volver sobre la nueva filosofía de la destrucción de la verdad: la posverdad danilista o nuevo desorden anarquista de la sociedad dominicana y la actividad política.

El próximo 6 de octubre más que a unas absurdas primarias abiertas disolutores del sistema de partidos, estamos irremisiblemente empujados en el caso del PLD, a una batalla frontal del Gobierno contra el Partido; con efectos secundarios en el resto de la comunidad política nacional. Los delitos políticos por abuso en el uso y desgraciado ejercicio del poder le han sido tolerado al gobierno y al presidente Medina, por el manejo inescrupuloso  del principio fundamental  que define y se monta el fenómeno de la filosofía de la posverdad reseñada por  Raúl Rodríguez Ferrándiz, en su ensayo, -Máscara de la Mentira , el Nuevo Desorden de la Posverdad-;  que cito: “Distorsión  deliberada de una realidad, que manipula creencias  y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”( (Idex. 1, pags.24-25).

Haciendo uso de este principio filosófico de la posverdad y el tercer elemento de la estrategia de la propaganda nazi de construir el enemigo único (Leonel), han montado un aparato de propaganda demencial distorsionándolo todo para hacer creer que con la fuerza pecuniaria teocéntrica del dios Prometeo de Arroyo Cano, razón está que es tan providencial y como omnipresente, se puede construir  y derrotar en 26 días desde el gobierno un tres veces expresidente y su trayectoria política de más de 40 años. Y, amén de hacer en 7 meses, violando todas las reglas y límites de la moralidad política, es decir, hacer del candidato impuesto danilista un presidente de la república surgido de la corrupción, el soborno Odebrecht, el escándalo de drogas, el chantaje, el crimen y la manipulación sin control de la propaganda política.

Si esto llegara a acontecer, cosa que no sucederá: ¿Qué sentido tiene militar en un partido? ¿organizar partidos? ¿vivir en la austeridad política, dignidad y moralidad personal? ¿tener órganos rectores electorales, altas cortes, tribunales electorales, leyes y constituciones?  Si un grupo se puede apropiar el Estado ¿cuál es el sentido de la democracia y la justicia? Si un tipo (Danilo Medina) hace de las leyes y la constitución   una hamaca en la que se puede balancear a su antojo ¿cuál es el sentido del Estado, la democracia y la voluntad Soberana del Pueblo? Si mentir es una virtud y robar un arte ¿a dónde diablo nos quiere llevar Danilo Medina Sánchez y su Gobierno con Gonzalo Castillo?

Antes de concluir estas reflexiones que son de justa obligación, quiero volver sobre el autor antes citado y su ensayo sobre la posverdad: “La Cuestión es que la posverdad lo mismo sube a los palacios de los jefes de estado como baja a las cabañas de los ciudadanos de a pie, aunque sin duda son mucho más sombrías y destructivas las primeras porque, como sabemos -corruptio, optimi, pessima (corrupción de lo mejor, lo peor)”. (Idex. 1, pág. 62)

La tragicomedia de la elección del llamado delfín o candidato   del danilismo y sus ataques venenosos de odio a Leonel Fernández originados en el gobierno, me recuerda el momento agónico del Emperador Tiberio Claudio César Augusto cuando fue envenenado por su mujer la Emperatriz, su esclava, su médico y su hijo Nerón con lo que cierro estas reflexiones: «¡Dejad que salga a flote todo el veneno que hay en el fondo!». Es la exclamación agónica del Emperador Romano Claudio, cuando fue envenenado con setas o Yonyón    guisados preparados por la esclava Lecusta, por órdenes de su mujer la Emperatriz Agripina, con la complicidad de su médico Jenofonte, para que su hijo Nerón heredara el trono en lugar


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